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Para una persona que decide ejercitarse y salir de su vida sedentaria, iniciar la actividad física en el gimnasio puede resultar un auténtico desafío. Muchas personas se suscriben a un gimnasio y durante los primeros días o semanas, la emoción que los domina se les presenta como infinita.

Y entonces, llega un momento en que esa magia inicial se desvanece. A partir de ese punto, cualquier excusa es valida para no continuar con el proceso de ejercitarse. Se llega a la instancia de negociar consigo mismo, argumentando que “la próxima semana repondré las horas que no hice hoy”.

De pronto, dichas excusas se acumulan, gestando una bola de nieve. Esa es la razón por la que los gimnasios modernos sobreviven en el mercado. Gran parte de las personas que se suscriben terminan abandonado ese ritmo de vida que se propusieron. La fatiga triunfa y se retorna al sedentarismo.

¿Cómo evitar que esto suceda? En esta entrada conocerás los tips más importantes para mantenerte activo con ese ritmo de vida que has propuesto.

Definir muy bien el horario

¿Cuál o cuáles son los días de la semana en los que te encantaría ejercitarte? Observa muy bien tus actividades de la semana para identificar cuál es el espacio donde mejor puedes adaptarte. Ten presente que lo mejor es que escojas un horario en el que realmente sientas que tendrás buen nivel de energía.

Si piensas que los mejores días de la semana son aquellos en los que sales agobiado y agotado del trabajo, qué serán precisamente esos días donde usarás tu estadía en el gimnasio para desestresarte, ten por seguro que no es una decisión muy inteligente. Si estás cansado, simplemente estás cansado.

Lo mejor es entrenarse en un momento del día en el que realmente te sientas con muy buena energía, que te sientas alegre y que puedas proyectar dichas emociones en los retos de ejercitarte. Así, tu cerebro estará más predispuesto a liberar dopamina y experimentar placer a la hora de vivir tu actividad física.

Acepta un proceso de entrenamiento gradual

Ahora bien, otro consejo fundamental es que reconozcas que no debes resentir tu cuerpo. Muchas que se inician en un plan de actividad física, se entregan al entrenamiento con una pasión poderosa, dispuestos a retarse y llegar a esos niveles de fatiga donde se experimenta cierto placer.

Lo cierto es que llegar a esos extremos implica violentar el cuerpo. Después de una intensa actividad física, al otro día sentirás tu cuerpo macerado, adolorido. Y esa sensación te hará considerar la próxima vez que no vale la pena dar más de lo que en realidad puedes.

Acepta que puedes dar lo mejor de ti de manera gradual, sin tener que asfixiarte tanto. A medidas que dominas tu propio ritmo, mejor será tu progreso.

No obsesionarte

El punto anterior va muy de la mano con este. Es fundamental que mentalmente tengas tus ideas en orden. Así como tienes que establecer un proceso gradual, tienes que organizar tu mente para que no se obsesione con el trabajo físico. Debes asumir tu vocación de ejercitarte con gusto, sin dejar que la obsesión de obtener resultados y tener un cuerpo escultural se apropie de ti.

Todos esos “arquetipos” que construyes, de ver tu figura en un estado perfecto pueden estresarte, congestionar tu mente. Lo mejor es que respires profundo y simplemente enfócate en hacer bien cada actividad, evitando que sea tu mente la que atrofie tus buenos deseos de ejercitarte.

Acepta la ayuda profesional

Es claro que tienes ciertas metas. Esas metas sirven de motivación y te permiten trazarte un camino. Pero precisamente para evitar que te obsesiones con tu proceso, lo mejor es que aceptes ayuda profesional. Déjate asesorar por el personal del gimnasio o busca formación en Internet que te dé claridad sobre cómo ejercitarte sin excederte.

Reconoce los resultados para potenciar tu confianza y motivación

Y por supuesto, usa el espejo para comprobar cómo vas con tus metas. Sí, el tomar fotos con cierta frecuencia también te ayudará a ver el progreso desde el primer día hasta el actual. Valorar todo eso que has conseguido te ofrecerá muy buenas emociones para mantenerte activo.

No se trata exclusivamente de una cuestión de vanidad, sino de aceptar cómo te está yendo y cómo puedes seguir progresando si te mantienes fiel a tu meta.